Cómo enseñar a los niños a manejar sus emociones
Para identificar las emociones, lo primero que se ha de hacer, es conocer lo que se está sintiendo, y elegir entre cuatro emociones básicas: ira, tristeza, felicidad y ansiedad.
Las emociones ocupan gran parte de nuestra vida y son la causa más importante de felicidad o infelicidad.
¿Qué podemos hacer como padres para educar las emociones de nuestros hijos? Estas orientaciones van dirigidas a ello:
-Fijarse en las emociones de los niños, pensar qué estarán sintiendo, “ponernos en su pellejo”
(cosas insignificantes para nosotros pueden ser terribles para ellos),
ser concientes de sus sentimientos, no solo de los negativos, también
cuándo se sienten felices, orgullosos, etc.
-Identificar y ser conscientes de nuestras propias emociones y del modo como las enfrentamos, nos ayudará a entender mejor las emociones de nuestros hijos.
-Los adultos son modelos
para los niños aunque no lo quieran. El niño aprenderá de sus padres a
enfrentar sus emociones a partir de la observación. Si enfrentamos
nuestras propias emociones adecuadamente, estaremos dando un buen
ejemplo.
-Fijarnos en cómo juega el niño, qué dice a sus muñecos/as, etc., nos puede indicar lo que está sintiendo, lo que le preocupa, de qué se siente contento, etc.
-También las pesadillas
ofrecen una oportunidad de observar sus preocupaciones, miedos, etc.
Hay que calmar al niño después de una pesadilla y hacerle ver que lo que
ha ocurrido no es real, pero a la vez podemos aprender más de nuestro
hijo.
-Enseñarle a expresar sus emociones a través de las palabras, enseñándole los términos adecuados a sus sentimientos (“temeroso”, “contento”, “preocupado”, “relajado”, “envidioso”, etc.)
-Ante las emociones de los niños la mejor respuesta es darnos cuenta e intentar entenderlas.
Negarlas (quitarle importancia) o evitarlas (distraer al niño o
compensarle para que deje de sentirlas) suele ser contraproducente.
-Ver las emociones como una oportunidad
de entrar en contacto afectivo con los niños, de entenderlos y luego
poder enseñarles, en vez de ver la emoción como un conflicto o un
problema.
-Dar respuestas a las emociones
antes de que se salgan fuera de control. Hablar de las emociones antes
de que estallen puede enseñar al niño a enfrentar momentos de crisis,
como podría ser el caso de las rabietas.
– Animar a los niños a hablar de sus emociones, qué sienten y cómo se encuentran. Hay que ayudarles a expresar sus emociones a través de las palabras.
-Mostrarnos pacientes y cariñosos ante sus emociones, escuchándoles e intentando entenderles es el primer paso para intentar ayudarles y educarles.
-Cuando escuchamos atentamente la expresión emocional de un niño le estamos enviando el mensaje de que sus emociones nos importan.
-Además de las palabras debemos fijarnos en otras señales como el lenguaje no verbal o lenguaje corporal, el tono de voz, etc.
-A la hora de afrontar situaciones que crean malestar y emociones negativas hay que ayudarles a pensar en soluciones y a que sean ellos los que expresen sus propias ideas y soluciones.
– Es bueno enseñar a los niños a nombrar sus emociones.
Por ejemplo, si un niño está llorando se le puede decir “Estás triste,
¿verdad?”, o si está enrabietado el comentar: “Ya veo que estás muy
enfadado”, le ayudará a entender mejor sus emociones, al tiempo que se
da cuenta que entendemos lo que le pasa.
-También es importante el enseñar a identificar las diferentes emociones.
Para ello se puede jugar con marionetas, con muñecos, o simplemente
pintándose los dedos con diferentes caras (triste, enfadado, alegre…) y
haciendo que esos “personajes” hablen y cuenten sus sentimientos.
-Hay que hacerle ver al niño la diferencia entre los sentimientos y el comportamiento.
Un niño que siente celos de su hermano pequeño intenta superar su
frustración pegándole. Podemos aceptar el sentimiento del niño y a la
vez no aceptar su manera de comportarse.
Muchos de nuestros problemas emocionales
son traspasados de generación en generación. Pensamos que muchas cosas
serían más fáciles si nos las hubieran enseñado de otra manera y de
adultos es más difícil cambiarlas, pero siempre se puede. Así que
tomemos conciencia como padres de qué hacemos bien, qué mal, intentemos
cambiarlo y darle el ejemplo a nuestros hijos para que puedan
desenvolverse de una buena manera en la vida.
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